Puede ser una futura amistad, una futura relación, sea lo que sea tiene que pasar por esa etapa de conocimiento mutuo en donde uno no sabe muy bien del otro y sin embargo le va gustando lo que conoce día a día.
Para algunos puede ser una tarea algo engorrosa. "Uff, de nuevo el trabajo de hacer que me conozcan... Debería entregarles un pendrive con mi info y que si les gusta bien y si no que se vayan". Pero un poco la gracia está en eso... En ir endulzándose por la otra persona, en ir metiéndose un poquito cada vez más en la vida de ese otro e ir conociendo hasta esas cosas que quizá no nos gustan tanto.
Grandes cosas podemos descubrir en las personas en ese juego cual "adivina quién". Y no solo en saber cuál es su gusto favorito de helado, o cuánto calza o cómo se llaman sus papás, sino ir conociéndola por dentro. Cómo reaccionaría ante tales situaciones, saber que tiene mal humor cuando tiene sueño, descubrirle talentos ocultos, admirar su inteligencia, sorprenderte cuando te abraza en el momento que más lo necesitas, reconocer su voz de desanimado, de dormido, de cuando algo le remolonea en la cabeza; la forma en que camina, saber qué tipo de humor tiene, sus pensamientos hacia la vida, sus acciones diarias. Todas esas cosas se van conociendo y uno va descubriendo ciertos aspectos, dimensiones de la persona que incluso quizá ni la misma persona tenía muy definidos.
Y cada persona nos va sacando cosas nuevas en nosotros y también nos mueve a la curiosidad de querer conocerla (y conocernos) al mismo tiempo. Es todo un bonito juego de a dos.
“Para poder entrar en la mente de otra persona hay que aprender a confiar, para poder entrar en su corazón, hay que aprender a arrojarse al vacío y para sentir su cuerpo tienes que conseguir verte reflejado en sus ojos".
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