Vivió muchos años, 15. Para un gato es mucho. Sí, ya estaba viejito. Vivió conmigo desde que tengo 5 años, desde mi linda infancia que lo tengo presente en la memoria. Desde incluso antes que naciera Martu.
No voy a ahondar en detalles ni hacer una entrada super emotiva porque prefiero recordarlo de forma alegre y con una sonrisa de esperanza. Esperanza de que algún día lo voy a volver a ver, y esperanza de que está en el cielo con Dios, con el abuelo Ramiro, con la bisabuela Lela, con mi padrino Nacho y con todos los que se fueron antes y que le deben andar haciendo mimos todo el tiempo y jugando con él. Así me gusta imaginármelo. Sé que ahora puede ver bien con los dos ojitos, tiene la columna perfecta, el pelo sedoso y que a veces pasa por acá para ver cómo andamos. Sé que se fija en Brisa también porque en el fondo la quiere.
A veces en el día a día agitado me detengo a pensar en vos y me encuentro con sentimientos cruzados. Una especie de sonrisa mezclada con tristeza y esperanza. Gracias por haber estado estos quince años conmigo, con mamá y con Martu y por alegrarnos la casa. Te amé, te amo y te voy a seguir amando para siempre. Y cuando sea una abuelita cocinándo pastelitos a mis nietitos les voy a contar todas tus anécdotas; lo que hacías, lo que te gustaba y lo que no, tus acciones, tu personalidad. Y siempre te vamos a recordar todos con mucho cariño. Tuvimos una suerte única en tenerte.
"Separarse de la especie por algo superior, no es soberbia, es amor. Poder decir adiós, es crecer".
Ya nos veremos, no nos olvides. Mientras, pasalo lindo allá arriba. Te amo.