El mal que podriamos hacer no se refiere sólo a daño físico, también existe el daño psicológico que es mas sutil pero igualmente dañino.
Para romper con este circulo viscioso de ódio es necesario hacer lo que se llama el trabajo de duelo que nos lleva a la aceptación. Se llama trabajo de duelo porque las etapas por las que uno atravieza son similares a las de la perdida de un ser querido con el mismo resultado, la aceptación de que nuestro ser querido ha muerto.
Las étapas son las siguientes:
1) La negación: Es el choque, el abatimiento, el pánico total, el rechazo total a aceptar, de admitir la realidad. Uno hace todo lo posible por regresar las cosas a su estado anterior, hacer como si nada hubiera pasado. Los psicólogos dicen que la negación es un sistema de defensa para reducir la ansiedad cuando nos sentimos amenazados.
2) El ódio: Cuando uno ha dejado de negar la realidad, pasa uno a la étapa de la cólera. Uno se reprocha a uno mismo o a los demás la perdida que acabamos de sufrir. Es por eso que uno debe ser prudente con los problemas que enfrentamos. La rabia que sentimos puede llevarnos a hacer un daño más grande del que ya está hecho, de tal forma que empeoramos la situación en lugar de salir adelante.
3) La negociacion: Una vez calmado, uno intenta a toda costa evitar la perdida. Uno regatea, se rebaja, se humilla con tal de no afrontar la realidad. A veces el regateo es positivo, cuando uno logra mediar realmente entre las perdidas de dos personas por ejemplo para ganar a largo plazo; sin embargo el regateo a veces es absurdo, uno ofrece pagar mucho más caro con tal de no sufrir la pérdida.
4) La depresión: Cuando uno al fin ve que el regateo no deja nada, que uno lucha sólo por evitar ver la dura realidad y decide uno dejar de esconderse, uno cae en la tristeza, es decir, una profunda depresión.
5) La aceptación: Uno se pone en paz con la realidad. La mira uno con respeto. Esta étapa no debe considerarse como alegre; al contrario los sentimientos se han extinto. Como si el dolor hubiera desaparecido, como si la lucha hubiera terminado. Uno es finalmente libre. Libre de quedarse, de irse, de seguir adelante, de tomar las desiciones que se imponen. Uno acepta la perdida, pequeña o grande. Uno se ha adaptado.